Nos levantamos a las 6:30 de la mañana y desayunamos. Nos fuimos al ómnibus, que salió más tarde de lo previsto, para variar.
Tuvimos un largo viaje de 6 hs y media hasta Sharm El Sheikh y llegamos muertos de cansancio y de hambre (no habíamos almorzado!), así que comimos unos refuercitos a las 4 y media de la tarde y nos fuimos a la playa, o eso creíamos…
Además de caminar un montón para poder encontrar la playa, resulta que no era una playa, sino un muelle. Encima de todo, había carteles de “WARNING” por todos lados, porque el año pasado hubo ataques de tiburones en la zona y varios resultaron heridos y otros tantos murieron, así que yo ni pensaba entrar al agua… miré el agua de un color azul precioso, que se veía hasta el fondo y algunos compañeros se tiraban del muelle y salían corriendo. Otros más valientes hacían snorkel. Ni loca!
Después fuimos a conocer una de las tantas piscinas, con agua fría obviamente. Habían toboganes acuáticos muy divertidos y nos tiramos unas cuantas veces, hasta que los cerraron.
En la noche nos fuimos en ómnibus al centro (el hotel está muy lejos!) y estuvimos caminando por unas calles con bastante gente, muchos locales de ropa, artesanías y lugares para comer. Están los clásicos lugares como Mc Donalds, TGI Fridays, KFC, Hard Rock Café, entre otros lugares medio árabes, donde todos fuman tabacos de frutas. El ambiente no parecía Egipto, era como Delhi en India, o Punta del Este en Uruguay, muchos turistas y egipcios con plata. No te molestaban los vendedores, tampoco se podía regatear, pero igual se encuentra alguna cosita barata.
No podía faltar la excursión al supermercado Carrefour, donde compré un agua, un yogurth y uvas (muy ricas!) que estaban baratas. Esa fue mi cena.
Nos acostamos medio tarde, pero valió la pena.
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